Meterse en el tiempo, mirarlo a los ojos, olvidar su medida es lo mismo que abrir muy mínimamente una puerta y ver lo que el agudo ángulo te permite ver desde allí -pero verlo todo. Me da asco. Su fragilidad, su ternura. El tiempo también es un cachorro. También hay una fase tierna, pura, fresca, blanda en la que recién se está formando. Y es dulce, y no tiene bordes ni color. Tampoco espacio. Es como algodón de alcohol, transparente. No, mejor agua oxigenada, porque no arde. Sólo da pena, y asco.
Y yo lo vi, vi el tiempo. Le saqué -con mis ojos- una foto al tiempo. Y ahora no me quito la pena y el asco. La rabia de tener pena y asco.
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