Ese parque es siempre mi vida un poco:
ahora dos perros
-uno blanco y el otro negro-
corrían frente a mí con
esa única alegría de los perros.
Se miraban, sonreían
y se lanzaban al auto que
pasara en ese momento.

Mientras los miraba pensé
en lo lindo que sería ser
perro contigo
y correr correr correr
como si no hubiera mañana
y ladrarles ladrarles ladrales
a los autos y su maldita velocidad.

Pero después no entendí
por qué la necesidad de hacer algo
de enfrentarse y botar espuma.
Entonces nos imaginé mejor
nada más tendidos como perros
con la guata al sol e inflando el diafragma
sin hacer nada
que también es harto,
incluso más.