No me des tu risa,
esa risa fina y plateada;
esa risa de telaraña
que se abre y estira
uniendo todas las cosas,
encantando todas las cosas,
vistiendo el mundo
de rejillas mágicas
por donde cae el
polvo de los pequeños
instantes envejecidos.
No te daré mi risa,
mi risa fina y dorada,
esa risa de rayo de sol
que se filtra entre los
primas huecos de su propia telaraña,
y nos enceguece cálida-
mente y suave,
como cuando cae la tarde
y bailan los ojos en rincones
equivocados de la visón.
No, no te voy a dar mi risa,
ya no van a caminar
por tus labios
arañas erizándote la piel
Pero entonces ciérrame los ojos
[también.