Como compañera cómplice de mí misma, en la noche me dije: "Dime la verdad, es normal este tan inagotable autodesprecio? ¿se puede vivir así? ¿de verdad alguien más vive así?". Y se me vinieron a la mente imágenes de lánguidas raíces yaciendo en el suelo y flacas gotas de luz destilando de un árbol. Al otro día quise inventar una canción de una gota que parece hoja en la punta de una rama, y que ha decidido acostumbrarse a vivir así, colgando en la orilla. También algo parecido tuve ganas de cantar la noche anterior, pero no quería que nada saliera de la voz que conozco y, por respeto a les presentes en la velada, no me atreví a soltar por ahí cualquier otra voz que se asomara por el cóctel de sentimientos horribles que me estaban hirviendo en el cuerpo.
Tuve vergüenza de que ese fuera mi mayor problema y que aún lo sea. No poder habituarme. Y menos explicar qué es lo que siento estando viva aquí y siendo de mí. Incluso ahora no lo digo, no es estar viva, porque morir no me quitaría nada, seguiré aquí. Dentro de lo más profundo de mí, sé que estoy en una especie de cárcel para siempre. No entiendo si es cosa común y corriente de ser humana, si le pasa a todes les humanes, o sólo a algunes. El narcisismo no me impide saber obviamente que en general nadie entiende nada (pero ¿en serio es normal tanto autodesprecio?). Digo, ¿la existencia le duele a la gente en distintas partes o a todes aquí? Mientras lloraba resignada sin dejar de reprochar por qué me habían metido en esto, la compañera cómplice de mí me decía que iba a tener que aceptar que tuviera este dolor tan simple, pues ese dolor ridículo es la espina dorsal de mi columna en la que me yergo, el matiz que tengo en los ojos, la sustancia que sale de mi boca cuando canto, el aire que tiño cuando me muevo y el sabor que dejo en el corazón amigo cuando quiero.
Recordé pensamientos que tenía cuando niña y así empecé a conceder que nunca he sido de otra manera. La vida (con su muerte incluida) es una segunda piel muy mal pegada a mi cuerpo. Y aunque he intentado mucho romper esta sensación, otra vez me siento en el borde. Y no sé porqué estaría mal si en el borde todavía puedo conmoverme y compartir. ¿Pero alguna vez me lo perdonaré? Porque cuando cierro los ojos y vengo a hablar conmigo para conocer el meollo de mí, este fracaso en pertenecer completamente al mundo es lo único que me repito desde hace años y no hay otro paradero final en mis auto-conversaciones sinceras.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario