Camino hasta el paradero, llorando. La gente que me encuentro en el camino me mira, pero no dice nada. Pienso que ojalá no encuentre a alguien conocido, pienso si una persona conocida se detendría a preguntarme si estoy bien.
Me sorprende un poco este llanto que no para. No sabía que tenía esto adentro. ¿Será que estos días tomé mucha agua? Me desparramo y no entiendo qué me pasa. Creo que no estoy haciendo tan mal las cosas, lo estoy intentando, estoy intentando tomarme entera y no privarme de nada. Pero por qué me duele tanto sin siquiera entender qué me está doliendo. Elogio del riesgo elogio del riesgo vlavlavla. Riesgo a la conchetumare.
Me siento sola y ni siquiera sé si muerta habrá cesado el miedo de pensar que yo siempre. Jadeo en la ventana porque no entiendo este juego mío de exponerme y de esconderme al mismo tiempo. Por qué sería capaz de despellejarme en una sala llena pero no podría pedirle a alguien que me vende una herida.
Antes de salir me pillé con mi reflejo y me sorprendió la pena en los ojos. Aún así, ¿cómo es posible que ante al primer atisbo de sentimiento de soledad o de insuficiencia, los cargos siempre los dirija directo contra mí?
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