AUNQUE] Me fastidia la felicidad sorda, me molesta más la tristeza ciega. No creo en ninguna inteligencia ni rebeldía que llore hasta asfixiar o que ría hasta ensombrecer apelando a la ayquéterrible lucidez de sus sentidos y sus órganos. Y claro que también embelesan las cadenas, pero es que yo con abrazos y lamidas intento lijarlas un poquito más cada día, que no quiero ser esclava en lo absoluto incluso de la melancolía tan bonita que me está siempre soplando su céfiro en los ojos.
No sé, algo me llama a proteger por sobro todo y entre todos la furtiva y palpitante voluntad que es lo único, según creo oírme entre los escaras de confianza seca, que me hace y me mantendrá libre. Confiar, confiar, confiar, qué locura; sin embargo, no he de abandonar nunca mi cuerpo, tendré que abrir todos mis ojos, abriré toda mi piel, llevaré la sonrisa en la mirada...: en fin, andaré con el corazón en la mano, [¡pero qué granada!, renacer renacer renacer, hasta que sepamos morir].
No sé, algo me llama a proteger por sobro todo y entre todos la furtiva y palpitante voluntad que es lo único, según creo oírme entre los escaras de confianza seca, que me hace y me mantendrá libre. Confiar, confiar, confiar, qué locura; sin embargo, no he de abandonar nunca mi cuerpo, tendré que abrir todos mis ojos, abriré toda mi piel, llevaré la sonrisa en la mirada...: en fin, andaré con el corazón en la mano, [¡pero qué granada!, renacer renacer renacer, hasta que sepamos morir].
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