Carta

No quiero desaparecer, quiero que sepas que me voy. He delirado tanto contigo, te escribo todos los días una carta que empieza distinto. Lo único claro es que no quiero desaparecer, no voy; no podría desaparecer si nunca existí. Decirte Me voy, será hacerme tangible, palpable, por fin real para ti, porque nunca me sentí nada tuyo, ni siquera mundo, ni siquiera aire. Decirte Me voy, será materializar mi existencia por lo menos un segundo, entonces [y sólo entonces] desapareceré peor que la luz, peor que la brisa, peor que el brillo de una mirada como señal decisiva. Desapare...,seré el mundo y el aire corriendo hacia la nada, como todos tus días, pero con sabor a ivannia, ivanovish, una niña que alguna vez existió, alguien que olía a esa partitura, transportaba a ese libro, reía como esa canción. Y las partituras, los libros, las canciones, también habrán desaparido. Incluso la guapa, incluso la capa, y, yendo más atrás aún, las mariposas y las cascadas. [Ves, otro pedacito de sueño más para decir Quiero ser un sueño. Pero todo esto es tan irrisorio, nunca dejo de inventar cosas que no hay, ver más allá, qué pretensión, pero déjame, déjame decirlo suavecito, puedo decirlo como un secreto, pero déjame, que es mi aliento nada más, que estamos claros que lo más probable es que al amanecer esto que soy yo siga siendo nada, que, incluso, esta carta nunca vaya a tener remitente para tus ojos antes de quemarse, que, incluso ¡nunca vaya a quemarse antes de perderse, romperse, ensuciarse! Es que quién soy yo cuando te hablo y tú me escuchas, a ver, dime. Si soy algo.
Como sea, continúo. Me voy porque quiero salirme de todo lo etéreo y empezar a jugar, quiero tocar las cosas, ensuciarme, libar la esencia de todo. No quiero seguir viviendo en el umbral, no me va muy bien con las religiones, no necesito purgatorios. Le cogí repudio a nuestra incertidumbre, no puedo esperar más, quiero ser, y tú no me sabes a nada. Quise mirarte a los ojos y reconocer la vida y empezar a vivir de cero marcando el momento que quisiéramos como nuestro nacimiento, pero son cosas mías. Eres tan fantasma, eres el más fantasmita de todos. Sé que a todo le busco una explicación, que veo todo en todo, y más encima soy tan terca, paranoica y romántica... fatal combinación. Para ti ninguna cosa es importante, nada marca nada, al menos conmigo. Y me cuesta creer eso, porque pareciera que no eres [no eras] así, pero entonces cómo, intento explciarme cosas. Tampoco podrías ser tan raro... a veces te imagino de otro mundo, se me olvida que eres lo mismo que yo. Y si eres lo mismo que yo, tengo que aceptar y entender que no me quieras o que no me quieras querer o que no sepas o que no te atrevas o quizá qué. La cosa es que me es sumamente importante simplificar todo ésto, dejar de pensar tanto, si no vienes será que no quieres venir y ya, no hay nada de ti, no llueves añoranza, sensaciones, latidos, deseos, en ti no crece nada que quieras darme, y está bien. No quiero tampoco imponerte una causa y un sentimiento, todas las heridas de mi corazón están hechas a base de palabras y nombres incrustados desde la boca de otros, todo mi llanto viene de la sangre de esos chinches, de todas las cardiovisiones que me incrustaron frustrados por el fracaso de no haber conquistado la tierra de mi sangre: yo no sé nada de ti, yo no soy tu corazón, allá tú si me quieres o no. [Yo pienso que no, yo siento.
Por eso es que si no me llega tu cariño ni siquiera como sol tímido del otoño de coquimbo, ni siquiera como suspiro de la brisa retardada, prefiero irme, no quiero pedirte nada. Es imposible, es vano, por más que sigan revoloteando a flor de piel como polillas, intentar retener los tesoritos que dejé ir, que nunca quise tomar con mis manos. No sabré nunca cómo es decirte Te quiero, por ejemplo, y cómo aterrizan en tu piel mis palabras, qué truquito de arrebol y de nubes genera mi respiración al soltarlas. Es inútil intentar decir sin las palabras, o guardarlas para el mejor momento. Y ahora que por fin lo entiendo y perdió entera codicia todo el valor de nuestra vida, necesito empezar a vivir, me urge. Ojalá te regalase mi letra, mi mano, mi pulso, pero no puedo seguir esperando, me urge desaparecer, golpear levemente con mi brisa tu mejilla. Necesito darte mi renuncia, dejarte claro y prometerme que no volveré a ser la estrellita fugaz, que no recibiré pelusas ni lunares, trozos de palabras mientras se sale del agua y se aprende a respirar, besos como intermedio de tanta soledad; contigo lo quise todo y no me atreví a invitarte ni compartirlo, ahora lo sigo queriendo todo, que es, en suma, querer ya nada.
Me voy, te digo, me elimino porque no quiero bailar en el vacío, te explico, pero no nos mintamos; no me desharé nunca de la esperanza bien guardadita de que mi voz te despierte -si estuvieses dormido- para venir corriendo hacía mi a buscarme la mirada, la voz, los colores, para dejar de mostrarme tantos trabajitos de diseño y pintarme mejor un óleo de todos tus sueños, nueva versión de mis mariposas, por fin el paisaje de tu cariño.
Adiós.
[Te devuelvo la capa -no quiero ser tu duende-, me quedo con el libro.

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