A veces me pregunto qué estupidez se me metió por los ojos o quizá por dónde. Tengo vergüenza de esta ausencia de temblor y de cierto puritanismo optimista que se me asoma cuando te siento ácida al hablar de la vida y dulcísima al mencionar la muerte.
Quisiera acompañarte, pero creo que nos necesitamos en lados distintos. Hay momentos en que te escucho y me pregunto si te contagié o quizá te instigué. Obvio que no, no tengo ningún poder sobre nadie. Obvio que estuvo siempre en ti. Y sigue en mí. Pero no podemos coincidir, sino quién nos detendría.
Agradezco esta calma pero temo que sea adormecimiento.
Dentro de mí, siento como si estuviera traicionando al absurdo, como si me hubiera vendido a no sé qué.
No entiendo porqué sigo quieta, porqué no me estremezco.
Ya nada se escucha fuerte o se siente punzante.
No quiero estar conforme.
¿Estoy conforme?
No tengo derecho.
Y esto es lo más estúpido que puedo estar diciendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario