Y quizás ya no insistir, permitir el impulso de cerrarse, de dejar de propiciar que el corazón se ablande con los gestos de afuera y los oleajes de adentro. Olvidarlxs a todxs, no tener las ventanas abiertas. Para qué, para sentir en la piel el aire. Solo la piel en el aire. Y nadie en la vereda. Nadie, nada. Cuando yo me acerco al marco a mirar.

No hay comentarios.: