Ayer mientras caminaba por los mismos trayectos que transitas tú, pensé:
Mi cabeza no ha tenido nunca descanso de ti. Desde que supe que estás en el mundo y tú supiste que estoy en el mundo, jamás volvió aquí la verdadera quietud, el pleno silencio. No me importa, sea cual sea el pensamiento que arrastra tu nombre, cualquiera lo disfruto y lo prefiero: todavía -¡fortuna mía!- no te pienso muertx.

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