Sigue acercándote para terminar de darme cuenta que no te quiero tanto. Que para que me gustes tengo que cerrar un ojo y el otro ponerlo bizco y ladear la cabeza y acordarme de cosas que dijiste, que hiciste, para superponerlas en lo que dices y haces ahora. Vuelve a acercarte para terminar de darme cuenta que me gusta imaginarte no más. Recordarte, a lo mucho. 
Hazlo, hazlo rápido y de una, por favor. Porque, mientras escribía esto, pasé por la calle de ese primer día y mi cuerpo entero no pudo evitar sonreír.

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