De camino a Coquimbo, escuchando a Silvana Estrada en un bus con vidrios que vuelven el paisaje un tono sepia, pienso en cómo. Cómo llegué a enredarme en esa tibieza tan vergonzosa que ni me permitió sentir en tiempo real cuándo empecé a tener frío. Cómo permití hacer de la silvestre indefinición algo tan insulso, insípido y pusilánime.

Entonces me doy cuenta de que fui infectada vía oral con La enfermedad del siglo. Solo me queda desear fervientemente que sea una afección inmunizante. Sí, es cierto, no tengo ni quiero ninguna cosa nombrable. Pero menos quiero rodear mi piel de algo que se pueda llamar Cobardía. No va con mi saliva.

No hay comentarios.: