Me diste pena, sabes. Ayer en una canción la voz de un conocido musicalizaba cartas en las que artaud hablaba mal de ti y de a poquito fui entrando en una tristeza que se puso a conversar contigo.
Estoy tan cansada, yo quiero levantarte, recuperar tu reputación, pero cuesta. Me duele que te injurien de esa forma, que digan de ti tantas cosas [aquí eres mujer, además. Yo te conocí así, y te hablo de mujer a mujer, como brujas. No quiero que vuelvan a tratarte así, lo peor es que inevitablemente me contagio [te pido perdón por eso. Pero no permitiré más que me insiten a odiarte, y ya no me lo permitiré yo misma tampoco porque, ¿a qué echarte a ti la culpa? si en verdad, como siempre, todo esto otra vez no se trata más que de nosotros mismos, que somos cada uno el vacío más pequeño que conocemos y donde empieza, desde nosotros que somos nada, la Gran Sarta de Nada; si al final, como siempre, todo esto otra vez no se trata más que del amor, pues nadie sabe amarte, y en fractal de tu amor construir puentes para seguir amando (¿y a qué exigirte algo más?). Pero es cosa de humanos, hay que entendernos, la triste enfermedad de la especie. Así pues, si te inventamos para denominar (y sin en también, sobre todo sin en), habrá que crearte de nuevo entonces, esculpirte a respiración, miradas, besos, sin pretención de poseer ni poseerte porque ¿qué si te lleva el viento?, a nosotros también cuando somos polvo; porque ¿qué si no alcanzas? si en el fondo se trata de la misma ilusión del tacto y yo sólo quiero reducirte a caricia.

No hay comentarios.: