Velorio de chile - Voz IV

Y ahora pretenden que les sirva de justicia.
[Buenos días, señor pueblo, ¿me llamó usted? Estoy a sus órdenes.
No sé qué les hace pensar que tengo facultades para ello. La justicia es una mera cuestión matemática y yo estudié derecho porque para los números no me daba: nunca pasé del 4.5. En cambio, leía todo el día porque me ponía triste el mundo y me entretenía defendiendo las cosas y los vivos por el simple placer de ganar, como primates peleando por el fuego, la razón; y así quieren que les sirva de justicia. ¿Qué les hace pensar que voy a estar a la altura de sus expectativas? La justicia es una mera cuestión religiosa y yo a los diez en mi Primera (y única) confesión de catequesis, llorando le revelé al cura que no creía en Dios. ¿Es que alguien sabe lo que pide? (ten cuidado con lo que sueñas). ¡No me pidan nada! No creo en la justicia. Y sí, hablo de creencia, porque aquí todo se trata de fe; no hay nada, estamos en un completo vacío. Tomás no lo entendía todavía cuando pensó que era necesario tocar y ver a ese hombre con las llagas para convencerse de que era el mismísimo profeta ya bajado de la cruz; pues, era al revés, mi querido incrédulo.
No creo en la justicia, ¿por qué habría de creer? ¿Alguien sabe dónde empieza y dónde termina cada una y cada uno de ustedes? ¿Alguien sabe algo? ¿Alguien es solamente una cosa y nada más? Si no creo en la justicia es porque no la quiero inventar. No me interesa inventar hombres y mujeres, decir quién no lo es, quién lo debiera ser y quién ya no lo fue. La gran justicia me huele a carne y yo soy vegetariana, la gran justicia me huele a corazones podridos, a cerebros en descomposición, a manos ulceradas. Su justicia, así como la piden, haría reír si ahora como está ya hace llorar. No vengan a mí llorando, locos, no me pidan que los encierre, no me exijan que les mienta, no me rueguen que les quite su única humanidad, qué mierda es eso de merecer, corresponder y pertenecer, no me reclamen La gran justicia, justicia según quién, para quién, si siempre todos somos los justos y nos son injustos. Yo no quiero esta justicia, yo no entiendo esa justicia, yo solamente sé de las pequeñas justicias, las veo como hormigas con miguitas de hoja encima de sus espaldas marchando dentro de nuestra sangre, subiendo por las venas directo al corazón a dictarle lo escrito en el minúsculo pergamino verde. Si su justicia es mera matemática, ya tengo al culpable: dos niños matan mejor que un hombre; si es mera religión, alguna candidata hizo lo mejor que pudo; si es nada, fue Chile, fui yo.

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