Como si te hablara, como si fuera para ti,
A siul.
Ttth. Me puse a leer toda nuestra furia y nuestro amor y el terror y la angustia. Bah, ya pasó. Pareciera que decir y pensar las cosas fuera lo único que las vuelve reales. Por eso el recuerdo es distinto, el recuerdo es más borroso, más sutil, más sublime. No recuerdo los pensamientos o las acciones (al menos no en sus más profundas y directas esencias), lo que recuerdo es lo que sentí, la sensación pura. Me llega una fragancia lejana de la misma sensación de antaño pero no por eso puedo estar segura de que la fragancia viene de allí mismo, de que el cuerpo vivo y latente en otro lugar del tiempo sigue emanando partículas fragantes que me llevan a lo que pasó hace tantos años, mucho menos puedo estar segura de que pasó. Pareciera que vivir -respirar y hacer cosas entre medio- no fuera más que empezar y terminar algo, pero sin tener claro cuándo se empieza y cuándo se termina. Ninguna culturización satisface la pregunta, no me alcanzan las horas, o la luz y la noche, o los años, o la muerte, algo se está abriendo y cerrando todo el tiempo y es imperceptible el límite, pero con ello ya nada es lo mismo a cada momento. El castillo de cultura y civilización se derrumba todos los días, pero son las mismas palabras las que nos permiten seguir habitando esta realidad como si continuara construida, aunque se derrumbe a cada paso, a cada pulsar de lo que sea que se abre y que se cierra. Los recuerdos no son parte de esto, los recuerdos admiten humildemente su deceso y se quedan como pelusas flotando. Pero los pensamientos son más soberbios y les encanta construir. Hay tantos laberintos, Árbol, por todos los caminos que las personas intentamos construir pensando... hay una ciudad gigante que cubre todo el mundo y es sólo la ciudad de las mentes, donde habita todo lo que se nos escapa del cuerpo. Andamos todes perdides por ahí. ¡Nosotres también nos perdimos! Imagínate, haber dicho tantas cosas, haber sentido tanto y blabla. Lo que te dije no sirve, lo que pensé que sentí nunca fue, fue otra cosa. Qué ingenuidad creer todas esas cosas ¡no queda nada! pero no porque no haya sentido, sentí tanto, que pareció real, y por presumirlo real, se esfumó, quedó fragancia.
Ni siquiera sé explicarlo... ni siquiera debiera intentarlo. Soy una niñita enfermiza que se consuela con el mismo artilugio del que su consuelo intenta defenderla; no hace falta seguir.
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