[Y deberás plantar / y ver así a la flor nacer /
y deberás crear /si quieres ver a tu tierra en paz [...]

Quiero saber tanto de ti. Te quiero de una manera ansiosa y estremecedora. Mi estómago tiembla, mis ojos titilan, mi boca trepida, mis poros vibran. ¡Me abriré, me partiré en grietas cuando por fin algo anuncien mis labios! Entonces, como espíritus del bosque, efluvios sutilísimos surgirán de una voz macerada por años, y bailando como polen un sentimiento delicadamente abocado se posará en tu paladar dejándose sentir, por primera vez orgullosas, las suaves notas de mi fruto rojo. Así en la cuenca de tu boca con el abono de mi sentir, he de plantar un bello árbol y llegada la primavera, cuando éste de frutos tú -oh, ¡terrible obsequio de amor!-, me dirás de qué estuve siempre hecha dentro.