Te preguntaste, justo al ladito mío -como Kris y Haris-, por qué somos tan espejo; pero, como Kris y Haris, frente a nosotres también había uno y. Este es el único, pensé; que ese era el único, te quise decir, pero sólo te miré y nos miré un poco. ¿Por qué caer en verme a mí no más como pedacito donde verse, si todes somos vidrios rotos disparando imagen y luz? Por ese entonces te sorprendía que nos pareciéramos tanto, e incluso te oí decir por ahí que hasta soñabas con ello. Lo que pasa, me dije mientras pensaba en ti caminando, es que a ti te gustaba verte en mí, en mí te veías bien guapo, por eso me elejiste, y obviando el que teníamos en frente en el cuartito de baño, me dijiste por qué somos tan. Yo te miraba no más, y me dejaba reflejarte porque eso quería decir entonces que en mí había algo bello -tú. Seres diáfanos, qué extraño, ¡si nos creíamos tan oscuros y decíamos tener las pupilas más rebosantes de vacío! Pasaron las eternidades tan pulverizadas ellas, y yo vine a dar en tu risa. Otra vez, caminando, supuse que a esto se le podía llamar Creer haber visto tu sonrisa en sueños. Y no podría decir, propiamente tal, que recuerdo algún sueño; pero si alguna vez veo tu sonrisa, sé que para mis ojos ella no será un gesto inédito, digámoslo así, anda, trancemos un poco. Aunque en realidad este asunto no empezó ni por la sonrisa ni por el espejo. Sino por los ojos. Te oí hablar alguna vez también de ojos y ahí sí que coincidimos, compañero. Yo los veo en tantas partes... en todas partes, y a veces ya no tengo más fuerzas para esconderme o para seguir esperándolos y que alguna vez me respondan. Ya debes saber lo triste que es refregarse siempre en la cara a horas precisas del día que nada está vivo como une quisiera, y que, para zanjar el asunto y suturar la herida, es mejor decirse que todo está muerto, pero le agregamos el de cierta manera, porque siempre damos la última palabra, incluso con nosotres mismes. Por eso puedo entender todo lo demás, tanto delirio, y que sólo la idea de quebrar las líneas me hiciera sentir un temblor tremendo en la visión. Por eso te miro no más si dices por qué somos tan parecides, si nos dices espejos. Por eso me puedo ver yo también corriendo entre tus sueños aunque aún no me quede a dormir en tu cabecita acrurrucada en algún pliego de tu cerebro. No me parece extraño correr perseguida en tus sueños, porque yo también, si te veo cerca mío, te veo corriendo. No sé de qué, pero corriendo. Me imagino explosiones en el cielo y les dos corriendo. Rupturas bajo el suelo y les dos corriendo. Las aves escapando desaforadas, y les dos corriendo. Si estás a mi lado, estarás corriendo, estaremos corriendo. Y si no estamos corriendo, pues... estaremos quietos. Corriendo [dentro.

No hay comentarios.: