Es tan delgado el espacio y es tan punzante, que se nota demasiado cuando tus ojos entran, cuando tus ojos avanzan corriendo despavoridos para alcanzar a inmiscuirse por entre mis pestañas, cuando los míos te agarran, sutiles te pescan y después nos dejamos ir. Tu mirada cayó, mi pupila se deslizó. Sólo eso. Y me molesta tanto que estés cerca. Que te sienta. Que me pongas atención. Que me celebres en silencio. Te siento cerca, te siento vibrando como mosca y ya no eres Mosca. Y qué te pasa. Por qué me quieres sonreír. Por qué le quieres contar al aire las cosas para que yo pase por ahí y te escuche. Por qué quieres compartir la futilidad, lo ridículo, lo vano conmigo. Qué te pasa. ¿No lo sabes? Rehuyo de toda superficialidad. Sobre todo en nosotres. Rehuyo de toda palabra tuya. Rehuyo de cualquier vertimiento de mis ojos. No quiero entrar en los tuyos. No quiero dejarte entrar. ¿No lo notas? Yo no soy esa que te responde. Yo estoy adentro, mirándote por las pestañas, protegiéndome. Qué te pasa. Qué pretendes. Qué buscas. ¿No te das cuenta que andas merodeando como gato ridículo, lastimero? Dime lo que quieres, dime a lo que vienes. Te estoy esperando, porque no entiendo nada. Y si sólo quieres sonreír huecamente, y si sólo quieres sociabilizar, pues vete, de verdad. Me desconciertas, me ofendes. No quiero ninguna palabra entre les dos si no es para decirnos que estamos rotes perdides quebrades. Que la boca se quema de sed, que la piel ya tiene brotecitos de flores por lo mucho que ha llorado nuestras caricias, que los ojos están agrietados porque no son mojados con nuestra hambre, que las cabezas están aburridas flotando por cualquier parte, que el reino de nuestros cuerpos ha sido cedido a las tiránicas preguntas y ahora todos los paisajes de todo lo que somos son puras nostalgias y puros ojalás. Si no vamos a abrirnos para sangrar, qué me importa a mí que tu voz se me acerque cálidamente, que tu boca se dedique un rato a mi nombre muy amablemente. Qué me importa lo cotidiano de nuestros días. Yo quiero terminar de morir no más. En ti. Si no quieres venir a matarnos, pues déjame sola merodeando, que ya encontré alegría en esto. Pero la falsedad me ahoga, me pudre todo y me quita cualquier atisbo de genuina felicidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario