Cuando dichosamente tengo que buscar algo debajo de la cama, me pone contenta la obligación de tocar fondo. Soy feliz sintiendo mis omóplatos en el suelo como si recién entonces pudiera entender mi cuerpo, su geometría y su peso. Permanezco un rato, entonces, con toda mi humanidad cómodamente extendida y me pregunto: cuándo podré volver a estar así.
¿Pero qué tan cerca del suelo quiere estar mi pregunta? ¿Y por cuánto tiempo?
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