Como si tuviera petróleo en la cabeza, no puedo pensar bien y desconfío de mi lógica. Aquí no hay aire, me cuesta respirar, el torso está perdido de sus funciones y sus partes.

Me da verguenza este cansancio, me da vergüenza este estado. Me siento mentirosa, que no alcanzo a sonreír de verdad, que no alcanzo a mirar a los ojos. Siento que me queda grande todo, que me queda extraño todo. Odio todas mis decisiones, todas mis acciones.

Pienso que Dios efectivamente regala con largueza sombrero con tanta cinta a quien no tiene cabeza. Yo soy acéfala quizás. Y en mis manos tengo un sombrero que no sé cómo usar y que no merezco. Quizá no lo merezco, quizá no tengo nada que hacer aquí. Es que no sé cómo se hace nada, ni siquiera puedo sostenerme en pie sin que eso me exija fingir.

Siento que mientras intento subirme al carro, voy repartiendo diferentes tipos de promesas que no podré cumplir. Vivir humanamente y ser funcional es una promesa que se me va constantemente de las manos y cargo desde ya una culpa anticipada voy a donde voy.

Pero a nadie le puedo explicar esto porque no hay palabras para lo imposiblemente ridículo. Hablar por resignación solo horada más profundo mi vacío, por ese me contento con este informe insuficiente que solo parece completo para mí.

No hay comentarios.: