¿Qué se hace para, si no contenta, despertar siquiera liviana? Y para recibir las horas vacías con el espíritu creativo de desear llenarlas. Y para que las tareas parezcan hermosas o por lo menos emocionantes, lo mínimamente necesario para que el cuerpo camine y no se arrastre. ¿Qué se hace para que este pecho tenga una mejor vida? Para que no se hunda entre mis hombros, respirando como si pidiera disculpas o perdón. Yo quisiera, pecho, algún día llevarte a conocer la ternura del aire y que converses con el aroma de las flores y te lances a andar como si las calles fueran lomas de pasto suave. Pero te tengo aquí, incrustado en mis huesos, escondido como si todo se tratara de una amenaza. Intuyo que entre mis células pronto habrá una protesta, dirán que nadie está en guerra, solo yo.

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