Cuando me dijo que se había enfermado, yo ya iba en camino y tenía en mi mochila un pedazo de queso de campo, un puñado de maní y otros frutos secos para comerlos con un vino que compráramos por ahí. Cuando llegó tarde, quise que nos sentáramos en cualquier parte y tocarle las mismas canciones que se perdió o las que me pidiera, compartiendo el navegado que nos sobró y que guardé en mi termo; pero primero me dio vergüenza y después me olvidé. Cuando me dijo no sé qué de su familia, quise abrazarle mucho, nunca quise abrazarle tanto, pero me contuve.

Me gustaría alguna vez no quedarme con nada. Pero creo que 3 es un buen número, quizás algún día sea 0. Incluso -3.

No hay comentarios.: