19 Dic. Confesión

Me dejaste tan sucia. Me dejaste pegajosa, purulenta, con polvo, con pelusas, llena de costras, llena de grietas. En serio, me dejaste tan pero tan sucia. Perdí noción de mi cuerpo, y sé que me veo liviana y ligera, pero ya olvidé mi cuerpo y ahora soy sólo un pecho. Un nudo es mi pecho, una pelota, un nido. Un nido es mi pecho, pero ni siquiera guarda canto de pájaros. Los pajarillos de mi nido están agarrotados. Y yo siento puro dolor y puro peso. En mi pecho nadie canta, y su centro es pura pesadez. No hay en mi pecho más que mil fuerzas que se anulan, y que si no se anulan, y alguna  alcanza a dominar, esta lleva todas las demás hacia abajo. No hay ninguna otra parte de mi cuerpo que yo pueda sentir, mis pies cargan a mi pecho nada más. Y a veces el pobre crece, y llega hasta el estómago, pero soy puro pecho, soy sólo corazón, y mi corazón está muriendo.

No me da miedo la muerte. Si muero, sé que nacerá algo nuevo. No me da miedo la muerte mía, pero me da miedo la muerte tuya. No puedo. Quiero llorar, me quiero rajar, quiere gritar a los cuatro vientos que todas las fuerzas que me sostienen me dejen tranquila, dejen de desgarrarme, me dejen caer. ¿Por qué no puedo hablar? ¿Por qué no puedo decirlo todo? Me siento tan contenida. No sé quién me toma y me afirma, yo quiero botarlo todo y no sé. ¿Qué diría si te tuviera enfrente? ¿Qué digo, si me quiero vaciar? Quiero quebrarme, quiero romperme, quiero que la odiosa presión de mi pecho se salga con la suya, y desde el esternón me bote al suelo, y quiero quedarme ahí, olvidarme, hasta volverme tierra, hasta que me salgan flores y tú me vengas a llorar.

Me dejaste tan sucia... ¿qué bueno me dejaste? Estoy llena de celos, de rabia, de envidia, de malos deseos, de pena, de ansiedad, de frustración, de impotencia, de demanda y de necesidad. Me dejaste tan sucia, me dejaste tan rota, me dejaste con la vida enferma, con una vida que se agota sola. Me dejaste hecha un bulto, me dejaste sola. Me cansa tener que tomarme de la mano para ir a cualquier lado, me carga tener que cargarme, me agobia que respirar sea un esfuerzo, me puede que mantenerme en pie sea una mezcla de voluntad y de no poder hacer otra cosa. Ocupaste mi cuerpo entero, dormiste en él, te abrigaste en él, te limpiaste con él. Lo bebiste, lo caminaste, lo tomaste, lo usaste. Paseaste por todos sus espacios y te bañaste en su agua y en su luz, te enredaste en todas mis fibras, mis canales, mis flores. Lo recorriste entero, te guareciste en él. Y lo dejaste. Lo dejaste botado en el suelo, siendo casi pura piel. Y tuve que volverme hacia mí, tomar los restos con mis dos manos y empezar a andar. Pero me cuesta tanto. Ni siquiera quiero llevarme, quiero que la tierra me trague.

Te tengo tanta rabia, pero tanta rabia. Y la rabia me pica me come me quema. Y la rabia se tiene que quedar quieta, porque te tengo también mucho amor. Porque tu piel me sigue pareciendo la tierra más hermosa donde yacer y reposar. Por que si te miro, quiero entrar en tus ojos y ablandarte el rostro, y mis dedos quieren deslizarse por tus brazos cual resbalín, y mis labios quieren erizarte los vellos, y sé que mis dientes extrañan tu cuello. Toda tu piel toda tu piel toda tu piel sigue siendo fuego que me derrite incluso a la distancia. Y yo quiero aún entrar al centro del incendio, confiando en que soy agua, que no me podré calcinar. Te necesito tanto, por la mierda, cómo te extraño. Extraño tu color, tu calor. Cómo te extraño, por la mierda, cómo te extraño.  Estoy presa de dos fuerzas que me impiden acercarme a ti, ni siquiera por una cachetada, ni siquiera por un beso. Te extraño tanto, me quedo. Es un esfuerzo horrendo vivir. Vivir para mí.

No hay comentarios.: