Ahora eres una cáscara,
una costra,
piel sin alma.

Y a veces te ves
tan claro, tan guapo,
pero sigues siendo sólo
una costra, una cáscara
un pedazo
de piel sin alma.

Y a mí me pasa
que no puedo evitarlo,
a mí me pasa que entonces
gustosa y ansiosa
te vigilo, hago la guardia.

Día y noche sigo
los movimientos
de la cascarita de tu nuez.
A ver si en algún momento
te vuelve el alma al cuerpo.

A ver si por un momento
veo la costra hinchada
por la carne de tu herida.

Pero estás vacío, querido mío,
No eres más que una costra seca,
querido mío, nada más que
una costra muerta,
vida mía.

No hay comentarios.: